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ITINERARIOS

Partiendo de la idea de una novela con secuencias que se bifurcan, se sugieren tres recorridos que favorecen una aprensión de otros tantos ejes temáticos que vertebran la novela y sustentan la personalidad de un héroe que, según se leía en la cuarta de cubiertas de la edición príncipe, “solo se reconoce en la dispersión: sus ideas, sentimientos, pulsiones tiran por diferentes caminos, ajenos a un pasado abolido, cambiante”.


En “La hemeroteca”, se encontrarán dos “estantes”, uno con textos de carácter “erótico y/o político”, y otro con textos de carácter “científico”. Ambos remiten al oficio flaubertiano del protagonista que, como Bouvard et Pécuchet, se dedica a leer, recortar, copiar textos propios o ajenos.


El lector podrá andar “Tras las huellas de Charles Lutwidge Dodgson”, es decir, “En las huellas de Lewis Carroll”, en la segunda sección, en donde encontrará varias secuencias vinculadas con el hallazgo de un libro de fotos y cartas dirigidas por el reverendo anglicano a niñas risueñas. Estas intertextualidad e intermedialidad pasaron algo inadvertidas, pero permiten explicar “las apremiantes fantasías sexuales” del protagonista “próximas al mundo infantil del creador de Alicia en el país de las maravillas”, según se podía leer en la cuarta de cubiertas de la edición príncipe. Después de mostrar los borradores de las cinco ékfrasis de fotografías sacadas del álbum de fotos y cartas de Lewis Carroll (Tras las huellas de Charles Lutwidge Dodgson), se ofrece una muestra de las epístolas que el protagonista dirige a su vez a las niñas, inspirándose en las cartas mucho más crudas que el autor debió de recortar previamente de Libération. También encontraremos al Reverendo, con el que llega a veces a confundirse el Monstruo del Sentier, en los lugares más variopintos de París: aseos públicos del metro (El templo de las musas), en la “Prefectura de Policía” (Lo dijo ya Platón), en su piso del Sentier (¡Qué vergüenza!), en el cine Rex (Las lágrimas de Polonia), en el museo Grevin (En brazos de Josif Visarionóvitch), en medio de las ruinas de una ciudad devastada, etc. Algunas de estas secuencias, al igual que otras de las agavilladas en la hemeroteca erótico-política, evidencian cómo se establecen las conexiones entre estas dos facetas del personaje.


En “Conquista de la subjetivad” se agruparon unas cuantas secuencias, situadas casi todas al final de la novela, que permiten entender el fuerte componente autobiográfico o, mejor dicho, autoficcional de la novela, o su circunscripción como “crónica burlona y sarcástica, de los lances y aventuras de una autobiografía deliberadamente grotesca”. Con motivo de la reedición de la novela, incorporada en el tercer volumen de sus Obras (in)completas, Juan Goytisolo decidió prescindir de una de estas secuencias, en concreto, la secuencia “A ella”. Como escribe en el “Prólogo”, “la presente edición no tiene cambios fuera del de las últimas líneas de la secuencia ‘Su vida es sueño’ y la supresión de la siguiente, es decir, ‘A ella’. El equilibrio mantenido a lo largo de la novela entre autor, narrador y personaje se rompía en estos párrafos, cuya índole intimista desentona con el resto del relato. Lo que Ella significó para mí, el lector lo hallará en mis escritos autobiográficos y los que le dediqué tras su dolorosa desaparición”. En realidad, un examen atento de las distintas versiones de los borradores de estas secuencias lleva a pensar que la desaparición de “Ella”, entiéndase de Monique Lange, ya estaba inscrita en la génesis de la obra. Como lo es también la ocultación o, mejor dicho, la ausencia, en términos estrictamente autobiográficos, de Jean Genet. Figura tutelar de la autobiografía, que también podría erguirse como “ideal literario” del condenado monstruo del Sentier.


Finalmente, en la sección “Rompecabezas”, se brindan los borradores y se transcriben las tres versiones de los apuntes sinópticos (para una presentación dinámica, véase “Edición / Plano rompecabezas”) que podrían remitir a la composición original de una obra “concebida como un rompecabezas cuyas piezas se van ajustando conforme se avanza en la novela”. Pero no era esta la única lectura posible, y, así, en la cuarta de cubiertas de la edición príncipe se sugería también que “Paisajes después de la batalla invita igualmente a una lectura árabe de ésta: de derecha a izquierda, del supuesto final al falso principio, partiendo de la génesis de su escritura a la descomunal hecatombe soñada por el protagonista”. Una sugerencia que parece corroborar la tardía secuencia “El orden de los factores no altera el producto”, que remite a la secuencia inaugural “La hecatombe”, pero que podría desmentir la sinopsis que sugiere un final en “La ciudad de los muertos”.

© Bénédicte Vauthier

 
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